La gran epidemia del siglo XXI no se contagia, se come

Come cuando tengas hambre.

Come por razones físicas y no emocionales.

Diferencia el hambre y la saciedad.

Aprender a comer de nuevo.

Solamente es indispensable:

el agua, el aire y el sol

Toma los frutos de la tierra en pequeñas cantidades.

Lo más importante acerca de la nutrición no es lo que

"nos falta", sino lo que estamos comiendo, y no deberíamos.

Comes para vivir, no para enfermar, ni sufrir
La alimentación cotidiana supone, en cierta medida, un placer y, también, un desgaste para el aparato digestivo. Con una alimentación como la actual, saturada de tóxicos, de alimentos transformados e industriales, se introducen en nuestro organismo todo tipo de productos nocivos. Si ayunamos, nuestro cuerpo se centra en las funciones de eliminación y desintoxicación, provocando en nuestro organismo la capacidad de regenerarse y renovarse. En ese tipo de procesos, importa poco si hemos perdido peso. Lo realmente relevante es que estamos abandonando una carga tóxica que nos enferma y nos desequilibra y que nos hacía victimas de nuestra mala alimentación.

Mucho más
El ayuno, principalmente, activa fuerzas de autosanación de las que todos disponemos. Y, en buena medida, para sanar… hay que abandonar lo negativo. Si enfermamos, esto tiene mucha relación con las cargas de tóxicos que vamos acumulando por nuestra alimentación nociva, por malos hábitos o desconocimiento de lo que verdaderamente nos aprovecha.

Echar fuera los tóxicos
Ayunamos para desintoxicarnos. ¿Por qué? Porque comemos más de lo que necesitamos. Tanta comida significa que hacemos trabajar al 100%, las 24 horas del día a nuestro cuerpo y desbordamos a nuestros órganos emuntorios, hígado, riñón, intestinos, pulmones y piel. Las consecuencias de un organismo colapsado se traducen en el desarrollo de una serie de dolencias crónicas de tipo inflamatorio como artristis, alergias, asma. Esta intoxicación se manifiesta también en otros tipos de patologías, incluso el cáncer.

Explicación
Cuando se deja de ingerir alimentos, nuestro organismo tiene que obtener la energía a partir de las reservas de proteínas, grasas y glucosa que se tiene. Cuando se entra en un ayuno, la glucosa almacenada en el hígado no suele durar más de dos días,

así que a partir de las ocho horas de ayuno el cuerpo empieza a formar glucosa a partir de una pequeña cantidad de proteína corporal. Pasados tres días, el cerebro es capaz de utilizar cuerpos cetónicos procedentes de las grasa a modo de glucosa. ¿No es alucinante? Y en este proceso lo que se le permite al cuerpo es que se autolimpie, se regenere para que goce de un mayor estado de salud. Un síntoma frecuente al empezar un ayuno es la rápida pérdida de peso, pero se adelgaza sólo lo que cada persona necesite (se adapta al cuerpo).

Depuración
Cuando ayunamos, la suciedad de las células se desprende para colocarse en los órganos encargados de su expulsión. También esa suciedad se coloca en zonas de nuestro cuerpo que están en contacto con el exterior: piel, riñones, colon, lengua… Los detritos se expulsan a través de las heces, orina, saliva, sudor, mucosidad, etc. Si ayunas y la lengua la tienes muy blanca, amarillenta o marrón, no te preocupes: todo ello indica la eliminación de tóxicos. También se pueden padecer dolores de cabeza (lo tóxicos se mueven a través de la sangre), halitosis (al movilizar el cuerpo mucha grasa) o molestias del estómago. Si tienes alguno de estos síntomas o varios a la vez, no te preocupes. Es que lo estás haciendo de una forma satisfactoria.

Ayuno para todos
Toma nota
A partir de los cuarenta años
, el ayuno es muy recomendable para prevenir todo tipo de patologías. Especialmente, para personas que sufran de hipertensión arterial, reumatismo, asma… alteraciones metabólicas o por acumulación de humedad. Sin embargo, el ayuno no está recomendado para embarazadas o lactantes y personas con determinados tipos de enfermedades. En cualquier caso, siempre hay que consultar con médicos expertos.

Recupera tu salud

La vida no es un regalo que podamos disfrutar,

sino una labor que debamos de ser capaces de mantener.

El que tiene salud ha de conservarla,

el que la ha perdido debe recuperarla.

Vivir es más importante que tomar remedios.